En 2008 su nombre apareció en el Reporte Mitchell. Al siete veces ganador del premio Cy Young de las Grandes Ligas lo acusaban de utilizar la hormona de crecimiento humano para mejorar su rendimiento. Eso él no lo podía permitir, así que asistió ante un Comité de la Cámara de Representantes y juró decir la verdad, nada más que la verdad; pero varias pruebas indican que, en realidad, Roger Clemens, el “Cohete”, pronunció una mentira tras otra y por eso podría ir a la cárcel.
Antes de que se hiciera público, en 2007, el informe de 409 páginas, elaborado por una comisión, liderada por el senador George Mitchell, Clemens parecía tener su vida muy bien planificada: dos décadas en los montículos de las Mayores, dos anillos de Serie Mundial, 354 victorias, 4672 ponches y 3,12 de efectividad. Nadie hubiera pensado que el Cohete no era un legítimo candidato para ser exaltado al Salón de la Fama en su primera oportunidad. Entonces surgió el ya famoso reporte, en el que el nombre de Roger Clemens se mencionó en 82 ocasiones.
El escándalo no demoró en estallar y Clemens, al igual que tantos otros peloteros, fue convocado a un Comité de la Cámara, para que ofreciera su testimonio sobre las presuntas acusaciones por consumo de esteroides. En aquel momento pronunció una frase que con el tiempo se ha demostrado su certeza: “no importa lo que discutamos hoy, mi nombre nunca más quedará restablecido”.
Dos años después, el nombre de quien fue considerado uno de los lanzadores más dominantes de los últimos 20 años, ha sufrido un gran descrédito. El Cohete continúa insistiendo en su inocencia; aunque su antiguo entrenador, Brian McNamee, tiene una opinión distinta.
Este polémico hombre aseguró que inyectó a Clemens en más de una docena de ocasiones con la hormona de crecimiento humano (HGH), entre 1998 y 2001, cuando el Cohete vestía el uniforme a rayas de los Yankees de Nueva York. McNamee incluso les entregó a las autoridades federales gazas, frascos y agujas que, alega, fueron utilizadas para inyectarle las drogas a Clemens. Una prueba del ADN podría corroborar o desmentir estas “evidencias”, que estuvieron guardadas en una caja, en la residencia neoyorquina de McNamee…durante ocho años. “Evidencias” poco creíbles, dirían muchos y con razón.
“Déjenme ser claro”, expresó Clemens en 2008, ante el Comité de la Cámara, “nunca he tomado esteroides o HGH”. Estaba bajo juramento en ese momento, al igual que McNamee quien dijo exactamente lo opuesto y este año las autoridades decidieron enjuiciar a Clemens por obstrucción a la justicia, falsos testimonios y presunto perjurio. Estos cargos podrían llevar al Cohete a la prisión por una pena máxima de 30 años y recibiría una multa de 1,5 millones de dólares; pero bajo ciertos lineamientos de las leyes norteamericanas, el Cohete solo pasaría entre 15 y 21 meses en la prisión.
Cuando subió al estrado para pronunciar su esperado “inocente”, ante las acusaciones en su contra, Clemens perdió, quizás, su última oportunidad de evitar un juicio que destruiría aún más su escasa reputación. Dos opciones para entender su decisión: realmente es inocente y McNamee ha mentido todo el tiempo, lo que haría pasar un largo tiempo en la cárcel al antiguo entrenador o el Cohete confía mucho en la capacidad de su equipo de abogados para sacarlo del problema.
Hasta algunos amigos le han dado la espalda a Clemens. El lanzador zurdo de los Yankees, Andy Pettite, un viejo conocido de Roger, le dijo a un investigador que este le había confesado el uso de la HGH. ¿Respuesta del Cohete? «Creo que Andy escuchó mal la conversación” y más adelante añadió que él solo le mencionó a Pettitte un programa de televisión sobre tres hombres muy mayores que utilizaron la HGH para mejorar su calidad de vida.
El juicio del Cohete tardaría un poco en comenzar y de seguro mantendrá entretenida a la prensa, solo que, como reconoció Clemens en 2008, no importa cuál sea el veredicto del jurado: difícilmente su nombre quedará limpio y cada vez que se mencionen sus impresionantes marcas, habrá miradas cargadas de dudas y suspicacias.
Otro que también ocupará un lugar en el estrado será el “rey de los jonrones”, Barry Bonds quien tendrá su juicio en marzo de 2011, por mentir ante un jurado federal cuando reconoció que nunca había utilizado drogas para mejorar su rendimiento. Pocos creyeron—creen—en sus palabras y Bonds no pudo encontrar a un equipo de las Mayores que estuviera dispuesto a contratarlo. Triste final para una figura que parecía encaminada a ocupar un sitial de honor entre los más grandes peloteros de todos los tiempos.
Quizás antes de que comience el juicio, el Cohete tenga tiempo para pensar dos veces qué historia le contará al jurado. Tal vez reconsidere sus palabras y confiese lo que pocos dudan. Pedirá—como tantos otros, Pettite, McGwire—perdón una y otra vez, con algunas lágrimas intercaladas, y la confianza puesta en que ese tardío mea culpa lo salve del castigo; pero su reputación ha quedado muy dañada y el público de seguro no olvidará. Aunque los barrotes de la celda nunca encierren a Roger Clemens, otras puertas sí podrían estar cerradas para siempre: las del Salón de la fama, en Cooperstown.
Publicado en Cubasí