El keniano David Rudisha asombró a todo el mundo con una impresionante carrera de 800 metros que le permitió romper un récord impuesto en los noventa del siglo pasado; aunque en los libros permanecen varias marcas logradas en esa década que podrían seguir allí por un largo tiempo, pues en el panorama actual no aparece ningún atleta que se acerque a los registros de Sotomayor, Bubka, Sedykh, Schult, Powell o Edwards.
Rudisha dejó atrás en Berlín el récord de un antiguo coterráneo, Wilson Kipketer, quien había recorrido los 800 metros en 1:41,11, en 1997. A sus 21 años, Rudisha lucía como el candidato principal para mejorar ese tiempo, porque ya había conseguido la segunda mejor marca de la historia; pero pocos esperaban un récord en la capital alemana.
Uno de los participantes de la carrera berlinesa fue fundamental para el récord. Su nombre de seguro no será recordado, aunque sin el también keniano Sammy Tangui, tal vez Rudisha hubiera tenido que esperar otro momento para inscribir su nombre entre los grandes del atletismo.
Tangui cumplió la poco agradable función de “liebre”, es decir, empleó todas sus energías en los primeros 400 metros y así impulsó a Rudisha. Como siempre sucede con las “liebres”, muy utilizadas por los corredores africanos, Tangui no pudo sostener el ritmo inicial; no obstante, cumplió la función de “halar” a su coterráneo quien rebajó en dos centésimas la marca de Kipketer.
Los récords en el atletismo masculino han seguido tendencias muy curiosas. Por un lado en las especialidades de velocidad cada cierto tiempo alguien sorprende con un registro espectacular—inolvidable Usain Bolt—; sin embargo, en las de lanzamiento y salto existen atletas que han estado en los libros por décadas.
El alemán Jürgen Schult lanzó el disco hasta los 74,08 metros, en 1986. En aquel momento ese envío fue un escándalo y 24 años después nadie se ha aproximado al germano. Su “perseguidor” más cercano es el lituano Virgilijus Alekna quien logró 73,88, en 2000; pero le faltaron nada menos que ¡20 centímetros!
La marca de Schult, como tantas otras de finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, despertó suspicacias ante un posible doping no detectado; aunque nunca se pudo probar, así que Schult es un recordista legítimo, al igual que el entonces soviético Yuriy Sedykh, capaz de llevar el martillo a 86,74 metros, en 1986.
En los años noventa las marcas abundaron, sobre todo en la Olimpiada de Barcelona 1992. Un poco antes, Randy Barnes impulsó la bala a 23,12 metros, en 1990, y meses más tarde, en el Mundial de Tokio, el norteamericano Mike Powell se estiró hasta los 8,95 metros, con los que superó el añejo récord de Bob Beamon, impuesto en 1968. Solo un hombre sobrepasó a Powell: el cubano Iván Pedroso; sin embargo, su salto de 8,96 metros no fue validado por supuestas irregularidades en el trabajo de un juez.
Otro que nunca ha visto en peligro su récord es el cubano Javier Sotomayor. En 1993, en Salamanca, España, el llamado “Príncipe de las alturas” pasó limpiamente el listón sobre los 2,45 metros. Solo el sueco Patrik Sjöberg llegó a los 2,42; aunque eso ocurrió en 1987 y al revisar los resultados del salto alto en los eventos atléticos más importantes de los últimos años, no es difícil comprender que Sotomayor podría mantener la marca, quizás por varias décadas más.
La lista de marcas que parecen inalcanzables —al menos por el momento— es mucho más extensa. En ella están los nombres de Sergey Bubka y Jonathan Edwards. El británico alcanzó los 18,29 metros, en el triple salto; mientras el ucraniano rompió en ¡17! oportunidades su propio récord al aire libre, hasta dejarlo en 6,14 metros, en 1994, en Sestriere, Italia, el mismo lugar en el que Pedroso consiguió su enorme salto.
Todos estos récords, vigentes durante tanto tiempo, sin dudas son argumentos de mucho peso para los que defienden la idea de que ya se ha llegado al límite humano en el deporte, específicamente en algunas modalidades del atletismo; pero no se puede olvidar que mientras Sotomayor, Powell o Schultz siguen tranquilos en su sitial de honor, la reciente plusmarca de David Rudisha y las sorprendentes carreras de Usain Bolt demuestran que los tan polémicos límites están muy lejos de ser alcanzados.
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Publicado en Cubasí