En el debut de los actuales campeones de la Premier League, Nicolás Anelka mostró un rostro completamente diferente al que tuvo durante su corta estancia con Francia en el Mundial de Sudáfrica. Parecía un jugador concentrado, incluso creativo. Quizás los millones de euros que le paga el Chelsea provoquen esos cambios. No lo sé; pero lo cierto parece ser que a Anelka, el “rebelde”, la sanción de 18 partidos que le impuso la Federación francesa, después de su desagradable discusión con el entonces director Raymond Domenech, le importa poco, muy poco.
Anelka, de 31 años, ya ha dado señales muy claras de su escaso— ¿nulo?— interés por regresar a una selección que busca a toda costa enseñar un mejor rostro, bajo la dirección de Laurent Blanc; aunque el debut fue un desilusionante revés en un juego amistoso.
Las otras sanciones fueron menores. El capitán en el Mundial, Patrice Evra, se perderá cinco partidos y Frank Ribery, tres. Los problemas de Ribery parecen mucho más complejos, pues el escándalo por sus relaciones sexuales con una ya famosa prostituta menor de edad, lo han llevado a las portadas de los medios sensacionalistas (¿qué pensará su esposa de esto?).
El otro sancionado resultó Jérémy Toulalan, con un partido y sorpresivamente el jugador del Barcelona, Eric Abidal, quien se negó a jugar el último desafío galo en Sudáfrica, solo prestó declaración y no recibió ni la más mínima sanción. ¿Qué habrá pasado aquí?
De seguro los fanáticos franceses quisieran olvidar los desvaríos de Domenech y especialmente el abierto desinterés, unido a la prepotencia de no pocos futbolistas que avergonzaron a una nación orgullosa. Como si el cabezazo de Zinedine Zidane no hubiera sido suficiente…