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La herencia de Bobby Fischer

Tumba de Bobby FischerBobby Fischer vuelve a ser noticia. Dos años después que una insuficiencia renal terminara con la vida del campeón mundial de ajedrez más polémico de la historia, el Tribunal supremo islandés ordenó la exhumación del cadáver para determinar, mediante una prueba de ADN, quién finamente recibirá los dos millones de dólares que todavía nadie sabe cómo pudo ahorrar el genial jugador.

Los candidatos para recibir esa suma son cuatro: una supuesta esposa japonesa que tuvo Bobby, una mujer filipina y su hija de ocho años, con la que se comprobará el ADN, los sobrinos de Fischer y nada menos que el gobierno de Estados Unidos. Las cuatro partes argumentan que merecen el dinero y ninguna parece dispuesta a ceder.

Un poco de historia para comprender los argumentos de cada uno. Después del espectacular éxito de Bobby sobre el soviético Boris Spassky, en el llamado “match del siglo”, celebrado en 1972, en Reikjavik, Islandia, Fischer fue considerado un héroe deportivo. La Guerra Fría estaba en su apogeo y el triunfo norteamericano sobre el otro gran rival recibió una enorme cobertura mediática.

Las buenas relaciones de Bobby con su país de nacimiento no durarían mucho tiempo. Luego que Fischer se negara a disputar el duelo contra Anatoly Karpov, en 1975, la Federación internacional lo despojó del título mundial. Esta decisión probablemente descontroló aún más a Bobby quien desapareció de los escenarios públicos. Las especulaciones sobre su paradero no cesaron hasta que en 1992, para sorpresa del universo ajedrecístico, el estadounidense anunció que regresaba.
La principal razón para ese retorno fue el dinero. Un empresario de la entonces Yugoslavia aceptó pagar cinco millones de dólares para que Fischer y Spassky reeditaran, veinte años más tarde, su match de Reikjavik. La sede escogida fue Sveti Stefan, un pueblo en una isla en la costa de Montenegro y allí se reactivaron los problemas para Bobby.

El Departamento de Finanzas norteamericano le advirtió a Bobby que podría enfrentar hasta 10 años de cárcel y una multa de 250 mil dólares si aceptaba realizar el match en un país que se encontraba sancionado por la guerra que tenía lugar en Bosnia. Fischer escupió la carta, ante las cámaras de la televisión, y siguió adelante con el duelo.

Tenía en ese momento 49 años y aunque venció a Spassky y se llevó los 3,65 millones de dólares, su nivel de juego fue solo una sombra del que tuvo cuando nadie dudaba en proclamarlo el mejor del mundo. Como era de esperarse, Fischer fue declarado persona no grata en Estados Unidos y se emitió una orden de detención. Frente a esta situación, Bobby optó por una de las cosas que mejor supo hacer: desapareció.

Algunos años más tarde se supo que Bobby había vivido en Hungría y en Filipinas, donde conoció a Marilyn Young y, supuestamente, tuvo con ella una hija, nombrada Jinky. Luego tuvo una relación con la japonesa Miyoko Watai que ella alega concluyó en matrimonio. En una visita a Japón, Fischer fue detenido en un aeropuerto de ese país, en 2005, y no pocos pensaron que una extradición a Estados Unidos podría ser posible; pero intervino el gobierno de Islandia, quizás con el match de 1972 todavía en la memoria, y le ofreció a Bobby la ciudadanía islandesa.

A ese frío territorio llegó Fischer y vivió con Watai sin grandes contratiempos hasta que en 2008 la insuficiencia renal terminó con su vida, a los 64 años. El cuerpo de Bobby fue enterrado en el cementerio de una iglesia en el sur de Islandia, y parecía que podría descansar en paz. Gran error. Dos años después de su muerte, la figura de Fischer volvió a los titulares, de una forma ciertamente desagradable.

El genial ajedrecista no dejó testamento, pero sí dos millones de dólares. De inmediato su viuda, Watai, reclamó ese dinero; sin embargo, no pudo mostrar ante un tribunal islandés una prueba legal convincente de su matrimonio. Los hijos de la hermana de Bobby desean los millones y no reconocen a las otras partes. A la nueva “partida de ajedrez” se unió Young quien contrató a un abogado para que presentara el caso de Jinky.

La filipina alega que Fischer era el padre de Jinky, de ocho años, por tanto, la herencia debería pertenecer, por completo, a ella. Young tampoco pudo presentar una prueba; sin embargo, tiene a su favor el examen de ADN. En el hospital que estuvo hospitalizado Bobby no fue posible recuperar una muestra que permitiera realizar el análisis, así que un juez ordenó la exhumación del cadáver.

No se puede olvidar al gobierno de Estados Unidos que también exige los millones por los impuestos que dejó de pagar Fischer. ¿Quién terminará con la herencia? Poco importa. Es lamentable que la figura de uno de los más grandes ajedrecistas de todos los tiempos, a pesar de que solo estuvo activo hasta los 29 años, continúe generando este tipo de polémicas. ¿Cuando, finalmente, podrá descansar en paz?

Publicado en Cubasí

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