Uno de los peloteros emblemáticos de las Grandes Ligas y quizás de lo más conocidos en Cuba decidió, finalmente, retirarse del béisbol. Hacía mucho tiempo que había llegado la hora del adiós para Ken Griffey Jr.; pero él se resistía a la despedida. Sus números bajaron e incluso muchos ¿especularon? sobre una supuesta siesta que tuvo Griffey en un banco durante un partido de los Marineros de Seattle.
A Griffey lo “conocí” a través de un juego de Súper Nintendo. A inicios de la década del noventa, cuando en Cuba tener una de esas consolas era un “lujo” que muy pocos se podían dar, recuerdo que iba con varios compañeros del aula a la casa de un amigo—con más poder económico— para jugar el “juego de Ken Griffey”. Por supuesto que todos queríamos batear con el zurdo número 24 de los Marineros. El hombre que hacía las espectaculares capturas en el jardín central, con su pierna extendida.
Pasó el tiempo y los que seguíamos el béisbol de Grandes Ligas en los años en que Internet todavía no había llegado a la Isla, dependíamos únicamente de revistas y cassettes VHS para mantenernos al tanto de lo que sucedía en las Mayores. En uno de esos VHS que hoy parecen reliquias de un pasado no tan remoto observé completa la inolvidable serie play offs entre los Marineros y los Yankees, en 1995.
Por supuesto que el gran momento fue ese increíble quinto partido cuando Edgar Martínez disparó aquella fortísima línea que impulsó a Griffey y propició el avance de los Marineros. No obstante, el equipo del Júnior cayó en la final de la Liga Americana ante los Indios de Dennis Martínez y una vez se despidieron del añorado sueño de estar en una Serie Mundial.
No puedo terminar mi breve recordación del Júnior sin mencionar su participación en el primer Clásico Mundial, en 2006. Estados Unidos no pudo avanzar a la discusión de las medallas, luego de ceder ante Corea del Sur y México; no obstante, Griffey lució muy bien y concluyó en la segunda posición entre los mejores bateadores del torneo, por su promedio de 524 (24-11), con tres cuadrangulares.
Griffey quiso marcharse de la Liga Americana y no le fue bien con los Rojos de Cincinnati; tampoco hizo mucho con las Medias Blancas de Chicago. Creo que hizo bien al regresar a los Marineros y retirarse con el equipo donde más brilló; pero, tal vez, debió marcharse antes. A sus 40 años era solo una sombra del hombre que con su poderoso swing llevó la pelota tantas veces más allá de las gradas del hoy desaparecido “Kingdome”.