Francesco Totti pateó con toda su fuerza la pierna del jugador de origen ghanés Mario Balotelli quien cayó estruendosamente al piso. A miles de kilómetros de Roma, faltó poco para que directivos y jugadores de la Universidad de Chile golpearan al árbitro principal del partido de octavos de finales de la Copa Libertadores. Ambos hechos ratifican una de las grandes preocupaciones del próximo Mundial de fútbol: la violencia en las canchas.
La historia de Totti es muy triste y su golpe a Balotelli pudiera considerarse como una de las acciones más bajas de los últimos años. El capitán de la Roma entró en los minutos finales del partido entre su club y el Inter de Milán que disputaban la corona de la Copa Italia y si el veterano futbolista quería aparecer en titulares, pues lo logró, aunque de la peor manera.
Sus declaraciones fueron tan contradictorias que nadie las creyó. Primero dijo que Balotelli—quien no ha sido convocado por el técnico Marcelo Lippi al equipo azurri para el Mundial—había “insultado a la ciudad y a un pueblo entero». Entonces, parece que Totti se creyó un gladiador que debía salir en defensa de los colores romanos y por eso derribó al siempre polémico Balotelli.
El problema radica en que el delantero del Inter asegura que él no pronunció ninguna de esas ofensas y acusó a Totti de emplear términos racistas en el juego. Una vez más apareció este tema en el Calcio, un campeonato que ya tiene suficientes complicaciones con los partidos arreglados.
Después que se conoció la versión de Balotelli, no pocos la emprendieron con Totti; aunque hubo algunos que lo defendieron, entre ellos el director del club romano, Claudio Ranieri quien expresó que su jugador había cometido un error— ¿solo eso?—, pero que él lo conocía y no era un hombre racista. Quizás no lo sea, lo que sí resulta imperdonable es que esta gran estrella haya propinado una patada que desató posteriormente más escenas desagradables en los dos clubes que disputan el título del Calcio.
Lejos de allí, la violencia también estuvo presente en el partido que enfrentó a la Universidad de Chile con Alianza Lima. En los momentos conclusivos del duelo por la Copa Libertadores, llegó un supuesto gol salvador para los chilenos; pero el árbitro lo invalidó. Esa decisión desató el caos en el estadio. Directivos y jugadores la emprendieron con el juez quien, increíblemente, otorgó la anotación que clasificó a la Universidad para la siguiente fase. Los peruanos protestaron y todavía lo siguen haciendo, probablemente con razón.
Estos dos hechos que pudieran parecer aislados nos remiten a una de las grandes preocupaciones del Mundial de Sudáfrica. Durante un largo tiempo—tal vez desde que recibió la sede— se ha hablado sobre la desconfianza de muchos hacia la seguridad en el país africano; pero, ¿y lo que podría suceder en el terreno? ¿Esto no es preocupante también?
En la pasada Copa, celebrada en Alemania, en 2006, se impuso un récord: hubo ¡28 expulsiones! y 345 futbolistas recibieron una tarjeta amarilla. Nunca antes los árbitros habían estado tan activos y al menos dos sucesos se recuerdan y no de la mejor manera de aquel Mundial: las cuatro tarjetas rojas en el duelo entre Holanda y Portugal y el tonto cabezazo del francés Zinedine Zidane al italiano Marco Materazzi en el desafío por el título.
La historia de las Copas recoge algunos ejemplos de partidos en los que el boxeo acompañó e incluso sobrepasó a las demostraciones futbolísticas. Esos encuentros tienen nombres altisonantes, por ejemplo: la “Batalla de Santiago”, en 1962.
Ante la espiral de violencia vivida en la edición chilena y varios incidentes en Inglaterra, 1966, la Federación internacional intentó frenar la repetición de hechos similares e instituyó que los árbitros llevaran en sus bolsillos dos tarjetas, una roja, otra amarilla. A partir de la cita mundialista de 1970 ningún juez ha salido a una cancha sin llevarlas consigo; aunque en México, curiosamente, nadie mostró una tarjeta roja. Sin dudas es lamentable que esto no haya vuelto a ocurrir.
El primer jugador que recibió una roja directa fue el chileno Caszely, en Alemania, 1974. Otro hombre que está a su lado en la sección de marcas es el uruguayo José Batista. Probablemente este sea el futbolista que menos tiempo haya pasado sobre una cancha en un Mundial, pues apenas a los 55 segundos mereció la expulsión en el partido ante Escocia, en 1986.
Para la cita de Sudáfrica, los organizadores han invertido cuantiosas cifras en la seguridad de los estadios, hoteles y otras instalaciones. Un clima de desconfianza no es bueno para la imagen del país, ni tampoco favorece a los negocios que rodean al evento deportivo más seguido del planeta; sin embargo, ni los miles de policías que se desplegarán en las ciudades sudafricanas podrían evitar que en el Mundial se repitieran tristes escenas como las vividas hace poco en Roma y Chile. A veces nos queda la sensación de que ni siquiera los árbitros podrían.
Publicado en Cubasí
La gente esta violenta en los estadios….diles ke vengan a ver los playoffs del beisbol aki…jejeje…