Había asistido en otras ocasiones a la Carrera por la Esperanza Terry Fox; pero siempre en funciones periodísticas. Este año me pareció importante variar: en lugar de tirar fotos y recoger declaraciones de los participantes, corrí—y caminé— junto a miles de personas que nos dimos cita mucho antes de las diez de la mañana del sábado 20 de marzo de 2010 en el Prado habanero.
Fue una experiencia extraordinariamente conmovedora. Por mi lado pasó corriendo una madre, con un pequeño coche desde el que su niño sonreía a los demás; también dos hermanitas jimaguas, tomadas de la mano, intentaban vencer la loma en la calle Neptuno; mientras personas en sillas de ruedas o en muletas mostraban a todos y especialmente a ellos mismos que a pesar de los golpes de la vida, estaban allí y no eran menos que las personas sin discapacidades. La gran mayoría llegó hasta el final y probaron que son ganadores de la batalla por la vida. (Vea más adelante en este artículo un fotorreportaje sobre la carrera).
Creo que este es el gran legado que dejó Terry Fox: no dejarnos vencer por la enfermedad. Es fácil escribirlo, pero difícil vivirlo. ¿Cuántos amigos o familiares perdemos cada año por causa del cáncer? En Cuba es la segunda causa de muerte para todos los grupos de edades y la principal causa antes de los 75 años. Entonces, me parece esencial que aumenten las investigaciones científicas en la búsqueda de la ansiada cura y cualquier apoyo que demos a los enfermos, tanto material como espiritual, será siempre poco.
Durante trece años de forma ininterrumpida en Cuba se ha celebrado la Carrera por la Esperanza. Ahora nos visitaron los padres de Terry y su hermana. Espero hayan apreciado el amplio apoyo popular al maratón y que también hayan comprobado que Cuba es el segundo país que más personas reúne, solo superada por Canadá. Por el Prado corrimos niños, jóvenes, ancianos. No hubo derrotados.