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Pequeña crónica de una visita al estadio

Ya les había comentado que este año no había visitado ninguno de los dos estadios de la capital cubana; pero la presencia de Villa Clara, mi equipo de siempre, me motivó a darme un salto hasta el “Santiago Changa Mederos”, la sede de Metropolitanos. No esperaba disfrutar de un gran juego, porque en realidad los Metros son, por mucho, el peor equipo de la Serie Nacional de béisbol; sin embargo, me parecía atractivo ver, aunque fuera por una sola vez, a los anaranjados, envueltos en una buena temporada.

Además, ansiaba encontrar en las gradas a mis amigos de la universidad y es que cada vez que Villa Clara viene a La Habana, el estadio se convierte en un excelente lugar para el reencuentro. Quizás lo primero que me llamó la atención fue la gran cantidad de policías presentes en la instalación. Incluso, antes de entrar dos de ellos me conminaron a levantar los brazos y me pasaron el buscador de metales; además, tuve que abrir mi bolso para demostrar que no llevaba conmigo ¿ron? ¿una navaja o cuchillo?

Ya sé que esta es una práctica habitual en varios lugares del mundo; pero créanme cuando les digo que desde los 7 años asisto a los estadios de béisbol en mi país y nunca había pasado por esto. Con solo revisar los tristes incidentes de serias indisciplinas que se han vivido en las instalaciones deportivas cubanas en los últimos años (baloncesto, fútbol y pelota, sobre todo), pues es comprensible que te revisen; aunque la “comprensión” no alejó mi asombro.

Luego, una vez dentro, encontrar un lugar donde sentarme no fue nada difícil. El equipo de Metros nunca ha tenido un gran público y siempre ha cargado con el cartelito de “segundo equipo de la capital”, al que cada año le “toman prestado” sus mejores jugadores quienes ingresan a Industriales. Por tanto, las gradas estaban semivacías y la gran mayoría de los fanáticos que nos reunimos allí fuimos solo para ver a Villa Clara.

Este año la asistencia de los fanáticos a los estadios cubanos ha sido muy pobre. Son los horarios diurnos, argumentan algunos; otro van más allá y atribuyen su desinterés a la falta de calidad evidente en varios equipos, especialmente en los cuerpos de lanzadores. Creo que es una combinación de los dos elementos, porque esta Serie ha sido reñida y a diferencia de versiones anteriores, todavía no se sabe cuáles equipos—con la excepción de Sancti Spíritus y Guantánamo, líderes desde el inicio—con certeza avanzarán a los play offs.

Mientras me acomodaba sobre el duro concreto— ¿será tan difícil construir gradas con asientos más cómodos?—pasé mi mirada, discretamente, por mis vecinos en las gradas. La mayoría eran ancianos y los otros, pues no había que ser muy inteligente para comprender que no habían ido al trabajo ese día o quizás formaran parte de los desempleados, con tiempo suficiente para ir a los estadios en las tardes.

Después llegó lo tan esperado por mí: el tiempo de béisbol. Al menos estos equipos lucen trajes vistosos, con un diseño agradable; aunque creo que sería necesario pensar en un mejor logo para Villa Clara, porque el del central no me parece oportuno, ya que esa provincia, luego de la reestructuración de la industria azucarera comenzada en 2001, no tiene mucho que ver con los centrales y para eso nada mejor que preguntarle a un tío mío, fanático al fútbol, quien de la noche a la mañana pasó de trabajar en un central a profesor y más tarde a administrador de una granja; pero creo que estoy divagando y mejor regreso al desafío.

La superioridad de Villa Clara era evidente y en cinco capítulos tenían una cómoda ventaja de 6 a 0 y en el montículo su lanzador estrella, Luis Borroto. No obstante, los villaclareños desperdiciaron múltiples oportunidades, por pésimos corridos de las bases. Estas deficiencias tácticas lamentablemente han aumentado en los últimos tiempos.

No quiero alargar la historia y que usted se aburra con la lectura de un partido que tenía poca importancia para la decisión del campeonato. De mis esperados amigos, solo apareció Jorgito y extrañé un poco las tardes de domingo, cuando íbamos al Latinoamericano, también a ver a Villa Clara y nos reuníamos más de diez.

Los Metros supieron venir de atrás y, para sorpresa mía, descontaron la enorme diferencia y se impusieron por 8 a 6. Creo que el director villaclareño Eduardo Martín Saura pudo mover de una manera más acertada su pitcheo de relevo. No lo hizo y fracasó; aunque Martín—quien tiene un doctorado en Cultura Física—es uno de los directores más capaces de la pelota cubana actual.

La retirada en la búsqueda de un ómnibus que me acercara a mi hogar fue rápida. Ya en la distancia, con el estadio a mis espaldas, dos policías charlaban—si es que esta es la forma verbal más atinada— con muchachos vestidos de uniforme carmelita que los identifica como estudiantes de institutos politécnicos. La conversación no parecía ser muy placentera, pues los jóvenes se dedicaban a esperar las pelotas que salían del estadio para luego venderlas en la calle. Más allá, los peloteros de Villa Clara intentaban montar en el ómnibus que los trasladaría a su hotel. No se veían afectados por la derrota. Había sido un juego más, solo eso, uno más.

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