Las barras de oro, valoradas en un millón de dólares, no parecían suficientemente atractivas, al menos para varias de las estrellas más mediáticas del atletismo quienes declinaron, en múltiples ocasiones, participar en la “Liga Oro”; pero esa realidad de la última década podría cambiar a partir de 2010 con la creación de la “Liga Diamante”.
En 1998 la Federación internacional de asociaciones de atletismo (IAAF, por sus siglas en inglés) concretó la idea de reunir en seis ocasiones durante el año a los mejores atletas del mundo, en competencias realizadas siempre en Europa y con el auspicio de importantes compañías.
El incentivo principal para los ganadores de los seis eventos era recibir una barra de oro y de ahí surgió el nombre de la serie. Los lingotes repartidos tenían un peso que osciló entre ocho y doce kilogramos y que, de acuerdo con los elevadísimos precios en el mercado internacional de ese metal precioso, equivalía a un millón de dólares.
Al comienzo las cosas marcharon bien y la “Liga Oro”, con sedes en Berlín, Oslo, Roma, Saint-Denis, Zúrich y Bruselas, alcanzó una gran difusión y excelentes resultados financieros.
El atleta más destacado en la década de existencia de la “Liga Oro” fue el corredor marroquí Hicham El Guerrouj quien ganó en cuatro ocasiones de forma consecutiva el lingote dorado; pero este brillante atleta—amplio líder de los 1500 metros planos— tuvo un poco de mala suerte, pues nunca pudo triunfar de manera solitaria, por lo que se vio obligado a compartir el premio.
Detrás de El Guerrouj concluyó la corredora norteamericana de 400 metros Sanya Richards, con tres éxitos en la Liga; mientras la siempre impresionante—incluso cuando pierde—rusa Yelena Isinbayeva finalizó con dos, al igual que el etíope Kenenisa Bekele y Marion Jones; aunque, como es lógico, nadie le otorgue credibilidad a esas victorias de la estadounidense, obtenidas con la ayuda de sustancias prohibidas.
En la historia de la Liga solo tres atletas, todas mujeres, ganaron los seis eventos y no tuvieron que compartir con otros el lingote: en 2003 la veterana mozambiqueña María de Lurdes Mutola, dos años más tarde la imitó la saltadora rusa Tatyana Lebedeva y en 2008 lo logró la keniana Pamela Jelimo.
A pesar del éxito inicial, los resultados económicos de la “Liga Oro” decayeron en los últimos años. Muchas estrellas decidían no competir en todos los eventos, por diversas causas—especialmente monetarias, pues exigían una retribución que casi ninguna sede podía cumplir—y la IAAF decidió que era de cambiar y extender el alcance de su nuevo sistema hasta sitios como Doha, Shangai y Nueva York.
Con este objetivo surge la llamada “Liga Diamante”, una serie de 14 eventos, localizados en tres continentes, que durará tres meses, reunirá a los mejores deportistas de 32 modalidades y repartirá 6,6 millones de dólares en premios.
Nada luce más atractivo en la actualidad—así lo consideran los patrocinadores—que un duelo entre los tres mejores velocistas de los 100 metros: el portento jamaicano Usain Bolt, un coterráneo suyo, Asafa Powell, y el estadounidense Tyson Gay.
En 2009 solo en una oportunidad corrieron juntos los tres y cuando sucedió, en el Mundial de Berlín, la historia es conocida: Bolt impuso su fabuloso récord de 9,58; mientras Gay llegó segundo con 9,69. La explicación para el solitario duelo es sencilla: dinero.
Por su participación, Bolt—su representante, cuerpo de entrenadores, etc. —demandaba 200 mil dólares y para reunir a los tres era necesario un desembolso de aproximadamente 400 mil dólares. En tiempos de crisis, esta cifra lucía (y luce) muy difícil de alcanzar.
Pero la IAAF llegó a un acuerdo mediante el cual Bolt, Gay, Powell y otras grandes—y millonarias—estrellas se comprometieron a participar en varios de los 14 mítines y en cada uno de ellos al menos estará presente uno de los tres astros del evento más seguido en el atletismo.
Antes era un lingote. Ahora, como indica el nombre del torneo, la IAAF establecerá un ranking por puntos en las 32 especialidades convocadas y al final entregará un diamante de cuatro quilates a cada vencedor. El sistema, sin dudas, luce más atractivo, quizás porque propiciaría un aumento de la rivalidad.
La ecuación vuelve a repetirse: más dinero, mayor cobertura televisiva, nuevos patrocinadores compran el cielo atlético, con diamantes. Negocio perfecto, dirían muchos. El problema parece ser que esta es una ecuación en la que para obtener la respuesta deseada (la participación) no puede faltar ninguna de las variables: televisión, publicidad y, por supuesto, diamantes.
Publicado en Cubasí