El béisbol dijo adiós definitivamente al movimiento olímpico y aunque esta decisión se esperaba, porque no era un secreto cuáles deportes parecían más atractivos económicamente a los ejecutivos del Comité Olímpico Internacional (COI) para ingresar al programa oficial de 2016, sí sorprendieron algunos de los argumentos expuestos en la justificación de la votación.
Siete modalidades aspiraban a ingresar al olimpismo, entre ellas el béisbol y el softbol, ambas excluidas en 2005. En aquella histórica y tristemente recordada reunión en Singapur, el COI aclaró que la salida de estos deportes—la primera exclusión desde 1936—se debía a la poca popularidad en gran parte del mundo y, sobre todo en el caso de la pelota, a su escasa implicación en la lucha contra el dopaje y en la incapacidad de llevar a los mejores peloteros a las citas estivales.
Las críticas al béisbol se concentran alrededor de dos temas: el dopaje y la participación de los peloteros de las Grandes Ligas norteamericanas; pero esa preocupación del COI no se aplicó al golf, pues ellos no pueden asegurar que los golfistas más famosos estarán presentes en una de las cuatro ciudades que optan por la sede de 2016.
La confianza del presidente del COI, el belga Jacques Rogge quien “curiosamente” practicó el rugby durante su juventud, en la presencia de las mejores golfistas es enorme, al menos eso se infiere de sus declaraciones: “Hemos recibido comentarios de muchos golfistas que quieren estar en los Juegos, sobre todo entre la joven generación, que son los que más posibilidades tienen de estar en 2016”, señaló Rogge. Estos serían los comentarios de mayor credibilidad en la historia.
Acerca de los escándalos de dopaje en las Mayores se ha escrito muchísimo y continúan apareciendo nuevos nombres que se suman a una larga lista de peloteros tramposos que consumieron sustancias prohibidas. El dilema con los 104 hombres que dieron positivo en 2003 a un examen antidoping sin dudas golpea fuertemente la credibilidad de la pelota; sin embargo, a pesar del desinterés evidente de dueños y muchos jugadores, los torneos olímpicos de béisbol tuvieron calidad y sería injusto juzgar a todo un deporte por lo que sucede en las Grandes Ligas.
En los eventos internacionales el número de dopados ha estado muy por debajo de otros deportes. Incluso en el segundo Clásico Mundial solo se ha conocido de dos atletas. Aquí surge un problema porque la Major League Baseball (MLB) no aprueba el Código Mundial antidopaje, así que este doble estándar favoreció a los críticos del béisbol quienes aprovecharon las débiles sanciones para mostrar el poco consenso entre la Asociación Internacional (IBAF) y la MLB.
Otra de las justificaciones para aprobar el ingreso del golf fue su alcance geográfico. Incluso el presidente de la Organización Deportiva Panamericana, Mario Vázquez Raña, aseguró: “No diría que es un deporte popular, pero sí con una gran presencia. Por más pobre que sea un país, siempre tendrá un campo de golf». Tiene razón el directivo mexicano; aunque hubiera sido interesante que explicara quiénes utilizan esos campos.
Entonces, una idea parece muy evidente: el golf y el rugby siete ingresan al movimiento olímpico no por su extensa práctica mundial—entre los que optaban varios tienen muchas más federaciones nacionales—, ni porque sus “mejores jugadores hayan garantizado su asistencia”, sino porque son modalidades atractivas económicamente y que pudieran reportar más ganancias para los futuros organizadores y, por supuesto, al COI.
Desde Lausana, sede de la IBAF, el presidente Harvey Schiller mostró su descontento con la decisión. “No sé si es para llorar, pero sí sé que estoy muy decepcionado. Es una desgracia para países en que el béisbol es tan grande. Es como si se les quitara algo a los jóvenes que van a jugar a este deporte en el futuro, especialmente cuando Tokio y Chicago son candidatas a los Juegos de 2016 y esperaban tener allí el mejor torneo de béisbol”, señaló Schiller.
Las palabras del titular de la IBAF son fuertes. Schiller ganó las elecciones con la promesa de lograr el retorno de la pelota y ahora no tendrá otra opción que reconocer su fracaso. El norteamericano utilizó sus contactos con la MLB para intentar presentar un supuesto consenso entre ambas organizaciones en la posible participación de estrellas en la cita estival de 2016; no obstante, en la votación del Comité Ejecutivo del COI primero quedó eliminado el patinaje, luego el squash y a continuación el béisbol.
La IBAF no pudo convencer al COI; aunque tampoco lo hizo el softbol. Quizás lo más triste de todo sea comprobar que a pesar de los esfuerzos de los últimos cuatro años de varias disciplinas, el COI ya había seleccionado de antemano a sus deportes favoritos. En octubre, en Copenhague, Dinamarca, la Asamblea General de la organización decidirá la sede de 2016 y también aprobará—no hay otra manera de decirlo—el ingreso oficial de las dos modalidades al programa olímpico.
Para los amantes al béisbol, no solo en Cuba, la exclusión olímpica es una pésima noticia. El portazo del COI a un deporte muy practicado en América será siempre recordado y podría tener serias repercusiones en los torneos internacionales de la IBAF. Lástima que este último punto no le importe a muchos.
Publicado en Cubasí