Los venezolanos extrañarán en su equipo a Johan Santana, al igual que los panameños al cerrador Mariano Rivera o los dominicanos a Albert Pujols. Supuestamente estas estrellas se recuperan de lesiones y no están aptas para jugar en el segundo Clásico Mundial; mientras, Manny Ramírez o Ryan Howard ni siquiera se molestaron en inventar una excusa: a ellos no les interesa el torneo.
El II Clásico promete ser el evento entre selecciones nacionales más fuerte de la historia. Por lo menos ya ha impuesto varias marcas relacionadas con su cobertura mediática. Cada fanático de los 16 países que lucharán por la Copa en poder de Japón quisiera tener en su nómina a los mejores jugadores, sin importar la liga en donde participen o los millones de dólares que ganen por cada temporada. Ese deseo tampoco será cumplido en esta ocasión.
La negativa de importantes estrellas a jugar, además de las trabas legales creadas por algunos directivos de las Grandes Ligas, impedirán que en el II Clásico intervengan hombres considerados muy valiosos para sus selecciones. La lista de aquellos que dieron la espalda al torneo, lamentablemente, creció con rapidez y entre ellos sobresalieron nombres que ocupan titulares en los medios con gran regularidad.
Desde la misma convocatoria al II Clásico, varios peloteros aclararon que ellos no estaban dispuestos a jugar. Quizás los casos más publicitados fueron los del polémico jardinero Manny Ramírez, un dominicano de nacimiento con ciudadanía norteamericana, y la primera base de los Phillies de Filadelfia, el fornido Ryan Howard.
Otros peloteros se retiraron de las nóminas—o fueron forzados por sus clubes— mediante una cláusula donde se aclaraba que aquellos jugadores que estuvieron en la temporada anterior más de 45 días en la lista de lesionados o 90 días en las dos últimas campañas, requerirían de un permiso especial de los equipos y de un seguro médico que, en ocasiones, como sucedió con el venezolano Johan Santana, sobrepasaba el millón de dólares.
Amparados en esta cláusula diversas franquicias—los Mets y Yankees de Nueva York, los Cachorros de Chicago y Tampa Bay, especialmente— le negaron la participación a Santana, al panameño Rivera y a los norteamericanos Scott Kazmir y Matt Garza, del Tampa, este último de padres mexicanos y uno de los supuestos abridores de esa nación en el Clásico.
Entre los ausentes al evento se encuentran, además, los dominicanos Albert Pujols, Miguel Tejada, Vladimir Guerrero, Fausto Carmona, Melky Cabrera, Alfonso Soriano, Plácido Polanco, Francisco Liriano, Ervin Santana, Aramis Ramírez y Adrián Beltré; los mexicanos Yovani Gallardo, Jorge de la Rosa, Alfredo Aceves, Eddie Guardado, Erubiel Durazo, Oscar Villarreal y Luis Mendoza; los estadounidenses Derrek Lee, Vernon Wells y C.C.Sabathia, junto a los boricuas Joel Piñeiro y Jorge Posada.
Los equipos de las Mayores argumentan que han invertido cifras millonarias en estos jugadores y desean “protegerlos” de posibles lesiones. Entonces, ninguno se “expondrá” a jugar en el Clásico; pero desde los primeros días de marzo todos ellos se unirán a los campos de entrenamiento de sus clubes en la Florida y Arizona. Allí cumplirán las mismas funciones que desempeñarían en el Clásico; pero parece que en la mente de los directivos esto no sucede así.
Para algunos la actitud de los dueños y gerentes generales resulta normal. Dentro de sus lógicas comerciales de funcionamiento, ellos simplemente tratan de proteger su “inversión”. Quizás lo más llamativo sea la calma con que se han tomado los peloteros la prohibición. Ni una palabra de protesta. “Quisimos jugar, pero la cláusula no lo permite”, dijeron varios, tal vez para quedar bien con la afición de sus países y, por supuesto, con las franquicias que pagan sus gigantescos cheques.
Las ausencias de peloteros no le quitarán brillo al II Clásico porque son más los que sí intentarán, durante casi un mes, llegar hasta la gran final en el Dodger Stadium, de Los Ángeles. Las negativas y excusas solo ilustran que el torneo más publicitado de la historia, a pesar del apoyo que supuestamente recibe de las Grandes Ligas, representa para muchos apenas un entrenamiento antes de la temporada regular o, peor, un obstáculo en un negocio no ajeno a los vaivenes de la crisis económica.
Publicado en Cubasí