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La larga vida del libro Guiness

El libro Guiness, uno de los más leidos en el mundo
El libro Guiness, uno de los más leídos en el mundo

Creo que Sir Hugh Beaver nunca imaginó, aquel día de 1951, que su repentino interés por ganar una discusión acerca de cuál era el pájaro de caza más rápido de Europa se convertiría en un libro de referencia. Beaver era un acaudalado dueño de la famosa cervecería inglesa Guinness y como nadie supo decirle quién era más veloz si el urogallo o el chorlito dorado, entonces le encargó a los gemelos McWhirter, quienes lideraban una compañía de investigación en Londres, que compilaran las marcas más curiosas y las incluyeran en un libro.

Los hermanos tardaron cuatro años en llevar a la práctica la idea de Beaver y, finalmente el 27 de agosto de 1955, apareció la primera edición del libro Guinness de los récords. Aquel texto de inmediato centró la atención del público londinense y fue un enorme éxito de ventas.
La frecuencia de publicación del Libro Guinness cambió con el paso del tiempo y se estableció que solo se actualizaría una vez al año, por lo general en octubre, y se mantuvo la concepción original de incluir tanto hazañas humanas como los parámetros extremos del mundo natural.

Contrario a lo que muchos piensan, las personas que son reconocidas por el Guinness solo reciben un certificado de validez y nada de dinero. Incluso, los directivos han establecido reglas muy férreas para considerar a un nuevo récord. Le cuento que más de 60 mil personas intentan, anualmente, ingresar al libro y menos de dos mil lo logran. Antes de lanzarse a la búsqueda de un récord, los interesados deben consultar a los directivos de la organización Guinness quienes determinan si es viable la nueva tentativa. Además, se necesita el aval de un “juez adjudicador” de Guinness, al que resulta imprescindible pagarle honorarios y alojamiento. No siempre se acude a esta opción del “juez adecuador”, pero sucede que, de no hacerse, disminuyen las posibilidades de ser aceptado. Así que un récord Guinness no ofrece dinero y tampoco es barato.

En los más de 50 años de existencia del Libro no todo ha sido color de rosa y algunas marcas recogidas en el texto provocaron grandes polémicas porque podían perjudicar a las personas que intentaran romperlas. Solo a partir de 1991 los directivos de Guinness decidieron excluir las “hazañas” relacionadas con la ingestión de bebidas y el consumo de alimentos.

Aquella fue una decisión aplaudida por muchos y de esta manera desapareció el registro de la persona que tomó una mayor cantidad de litros de cervezas o aquel que comió más perros calientes en menos de un minuto.

Dentro de las marcas más difíciles de creer y que sí están reconocidas como válidas por el libro, está la del norteamericano Robert Foster quien contuvo su aliento, escuche bien, durante ¡13 minutos y 42 segundos! Prácticamente increíble, ¿no le parece? Pero seguimos con los casos extremos: en el Guinness también aparece Roy C. Sullivan quien recibió a lo largo de su vida la descarga de siete rayos eléctricos y vivió para contarla. Junto a ellos se incluyen récords que realmente no significan nada como el beso más largo del mundo o la cantidad de kilómetros que recorrió Ashrita Furman con una botella de leche en equilibrio sobre su cabeza. Esta banalidad ha sido criticada y con mucha lógica porque le resta legitimidad a una publicación que recoge verdaderas hazañas del ser humano.

Entre las marcas más recientes reconocidas por Guinness tenemos a la mayor cantidad de carne consumida en un evento, el perrito caliente más largo, el mayor número de árboles plantados en 24 horas y también la persona más joven en experimentar microgravedad. ¿Le parece relevante alguna de estas supuestas hazañas? Para mí no significan nada; pero la necesidad humana de reconocimiento social parece no tener fin.

El jueves 13 de noviembre de 2008 se celebró el día Mundial del récord Guinness. Durante esa jornada cientos de personas, en diversos lugares del mundo, intentaron batir los primados universales en temas dispares. Por ejemplo, en Gran Bretaña se logró el mayor número de personas que echaron un pulso; en el mismo sitio se presentó la taza de té más grande del mundo; mientras en Irlanda fue mostrada la mayor figura hecha con velas. Los ejemplos continúan y a ciudadanos norteamericanos se les ocurrió celebrar la mayor boda de perros en el mundo y, para concluir, el señor Jackie Bibby rompió su propia marca de serpientes de cascabel introducidas en la boca. Sencillamente increíble.

Los récords mundiales establecidos en las principales especialidades deportivas ocupan un lugar importante en la publicación. En 2008 mereció un espacio considerable el jamaicano Usain Bolt, con sus tres impresionantes marcas en el atletismo de los Juegos Olímpicos de Beijing y por supuesto que no podía faltar el fenomenal nadador Michael Phelps quien alcanzó 8 medallas de oro en la cita estival china y dejó atrás el récord de Mark Spitz que databa de 1972.

Cuba también cuenta con sus recordistas Guinness. En la parte deportiva resalta la figura del futbolista Erick Hernández quien en el último lustro rompió varias marcas del dominio con el balón y ha sido seleccionado como uno de los atletas más valiosos del país. Lamentablemente, y por los exigentes requisitos impuestos por la directiva del libro Guinness, no todos los récords logrados por Erick Hernández han sido reconocidos.

En 2007 Erick Hernández rompió su marca de más toques con la cabeza en un minuto, al golpear la pelota 350 veces sin dejarla caer; mientras en 2008 llevó su récord de toques al balón con los pies y sentado hasta las dos horas, con 44 minutos y 50 segundos sin dejarla caer.

Otro récord cubano está relacionado con una verdadera pasión para nosotros. No, no es el béisbol y muchos discuten si se pudiera considerar un deporte. Lo cierto es que, con justeza, nuestro país aparece en el Guinness por poseer el récord de la partida de dominó más larga del mundo, que duró nada menos que cinco días y totalizó 105 mil 294 puntos.

La extensa partida fue observada por árbitros internacionales y se llevó a cabo en la localidad de Las Flores, en la provincia de Santiago de Cuba, y en ella participaron 630 personas.

Como todo negocio en un mundo globalizado, el libro Guinness diversificó su oferta y hoy existen varios museos con su nombre en los principales destinos turísticos del mundo; mientras la cifra de ejemplares vendidos supera los 100 millones en 37 idiomas.  En la base de datos, disponible en el sitio en Internet de Guinness, aparecen 30 mil categorías de récords.

Si en los primeros tiempos lo más importante del libro era el texto, con la información de la marca, ahora vivimos tiempos diferentes y el nuevo usuario, más identificado con códigos visuales, reclamó y obtuvo un cambio en la concepción del Guinness. Las versiones más recientes de la publicación le ofrecen una mayor importancia a las imágenes que aparecen desplegadas a todo lo largo de las páginas y, por tanto, dejan menos espacio para los nuevos récords; pero eso no importa, siempre y cuando el precio en libras esterlinas del libro se mantenga o aumente.

El creciente afán del ser humano por ser reconocido como el primero o el mejor en determinados aspectos, aunque sean tan triviales como la cantidad de personas dentro de un carro o las pelotas de tenis en una sola mano, garantiza que Guinness tenga material de trabajo todo el año. La vida de este libro parece no tener fin.

Publicado en Cubasí

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