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El precio de las improvisaciones en el béisbol

Héctor Olivera, ¿primera o segunda base?
Héctor Olivera, ¿primera o segunda base?

El silencio solo duró unos segundos. Apenas el locutor terminó de anunciar la alineación de Santiago de Cuba para el partido inicial contra Industriales, el estadio Latinoamericano se estremeció y la sorpresa quedó reflejada en el rostro de muchos: Héctor Olivera, el versátil jugador oriental, regresaba a defender la primera base de los actuales campeones nacionales.

La decisión de Antonio Pacheco llamó poderosamente la atención entre los especialistas y seguidores al béisbol; sin embargo, ya tenía un antecedente muy cercano.
En los Juegos Olímpicos de Beijing, el cuarto bate capitalino Alexander Mayeta no produjo lo que se esperaba y Pacheco optó por sentarlo y designó a Olivera, segunda base regular con los campeones santiagueros, como su sustituto. Aquel movimiento despertó grandes polémicas. Si alguien pensó que estaban olvidadas, tal vez ahora reconsidere ese criterio.

En ninguna de sus campañas nacionales anteriores Olivera había jugado la primera base. Improvisó en el campo—no existe otro término— y lo hizo bien al bate en la capital china; aunque ni siquiera su inspirador indiscutible en el noveno episodio pudo evitar la derrota cubana frente a Corea del Sur en el encuentro final del torneo olímpico.

Contra Industriales Olivera jugó los tres desafíos en la inicial; mientras José Julio Ruiz—con un físico cada vez más impresionante y un nuevo número en la espalda—pasó al jardín izquierdo. Los resultados quizás no fueron los esperados por el exitoso director santiaguero, sobre todo en el choque conclusivo cuando Ruiz, poco habituado a los jardines, no pudo capturar una línea conectada por, curiosamente, Alex Mayeta en el segundo capítulo que permitió un rally de seis anotaciones de Industriales.

Más allá de las razones que llevaron a Pacheco a realizar ese inusual movimiento con sus jugadores, el análisis debería trascender al simple ejemplo y centrarse en la complicada situación de las improvisaciones en el béisbol cubano.

Los continuos cambios de funciones de los peloteros, especialmente los lanzadores, no es un fenómeno nuevo en la pelota nacional. Después del doloroso revés en la Olimpiada, no pocos opinaron que necesitábamos actualizar algunos conceptos para recuperar el terreno perdido y entre esas necesarias modificaciones, una de las más mencionadas fue la especialización en el cuerpo de pitcheo.

No es un secreto que los lanzadores cubanos cumplen funciones diferentes en la Serie y en el equipo nacional. Esta “estrategia” tal vez funcionó bien en los eventos internacionales desarrollados una década atrás porque la diferencia entre las selecciones era muy notable; pero esos tiempos forman parte de un pasado donde abundaban los jonrones, los partidos decididos por amplios márgenes y, un detalle significativo, Cuba siempre concluía en la primera plaza.

La realidad ahora es completamente diferente. Cada vez cobra mayor importancia definir los roles de una forma más adecuada, así se evitarían lesiones y una diversidad de planes de entrenamiento que no benefician al atleta; aunque la definición exacta debería comenzar por la Serie.

Uno de los jugadores más completos del país, Yuliesky Gourriel, anunció que defendería, a tiempo completo, la segunda base durante el campeonato con Sancti Spíritus y todo parece indicar que esa será su posición en el equipo que intervendrá en el II Clásico Mundial, previsto para marzo de 2009.

Ante este paso definitivo de Gourriel a una posición que ha ocupado en los últimos torneos se abre una nueva interrogante, sin una respuesta conclusiva: ¿qué lugar sobre el terreno deberían ocupar los jugadores? ¿La más beneficiosa para su provincia en la Serie o para la selección nacional?

Si optáramos por la segunda opción, entonces Pedro Luis Lazo, el cerrador más confiable, no abriría con Pinar del Río; sin embargo, los pinareños necesitan del esfuerzo de su estrella, líder histórico en partidos ganados, por lo que continuaríamos con los viejos conceptos tan criticados anteriormente de la dualidad de funciones.  Quizás una posible solución sería darle cabida en la selección a aquellos lanzadores que trabajan en la temporada como relevistas. Es muy fácil escribir esto, lo complejo es llevarlo a la práctica.

El Clásico 2009 promete ser más reñido que su primera versión y esta vez nadie se atreverá a subestimar a los subcampeones. Improvisar frente a rivales del máximo nivel nos podría costar muy caro.

Publicado en el portal Cubasí

1 comentario

  • Miguel. No sé si Pacheco ha seguido usando a Olivera en primera base en el resto de los partidos, pero lo del Latino –incluso Hernández Luján lo dijo– fue una muestra de «agudeza deportiva» (o lo que es lo mismo, en buen cubano, cabroná).
    Me apena, porque Pacheco era uno de los peloteros más admirados del país.
    Sobre el picheo, recuerdo haber leído algunas declaraciones de Contreras y el Duque sobre cómo debieron re-aprender a lanzar cuando llegaron a las Grandes Ligas.
    Si constatamos que en las últimas presentaciones internacionales de Cuba no hemos tenido demasiados pitchers en los cuales confiar con los ojos cerrados –Lazo, Yadel en el Clásico… ¿Vera?- pues quizás haya que replantearse todo el entrenamiento y la concepción de esa área en la Serie Nacional.

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