El estadio sigue allí, justo en el mismo sitio donde se comenzó a escribir la historia del béisbol cubano. Pero en sus gradas ya casi nunca se sientan los amantes a la pelota. En el terreno, de vez en cuando algunos equipos locales juegan un partido de exhibición. Solo eso, exhibición. Quizás pocas personas puedan recordar la última vez que allí tuvo lugar un desafío oficial. Con una rápida mirada el visitante comprende que el abandono se ha adueñado del lugar.
El Palmar de Junco fue el primer estadio donde se jugó pelota en la Isla y quizás lo más curioso sea que en esa propiedad, cuyo dueño era de apellido Junco, no había palmas. Wenceslao Gálvez en su libro “El baseball en Cuba: historia del baseball en Cuba” del año 1899, aseguró que el terreno, en realidad, era llano y despejado.
Hacia el Palmar de Junco se trasladaron los jugadores del Habana Baseball Club, por supuesto, en tren, el medio de transporte más rápido de la época.
El domingo 27 de diciembre de 1874 una entusiasta multitud de matanceros se dieron cita en el Palmar para contemplar al moderno juego. Los detalles de ese desafío se conocieron porque Enrique Fontanils, un joven autor, publicó la primera crónica del béisbol cubano en “El Artista”. La revista se dedicaba a abordar temas teatrales, pero fue en ella donde apareció el texto de Fontanils, firmado bajo el seudónimo de “Henry”. El artículo salió publicado cuatro días después del juego, el 31 de diciembre.
Los dos equipos salieron al terreno y se tiró una moneda al aire para determinar cuál de los dos sería el home club. Los habaneros ganaron y salieron a defender el campo. En la lomita se situó Ricardo Mora.
La alineación matancera estaba compuesta por Paine, Sánchez, Washington, Domínguez, Delgado, Dulzaides, Rylend, Armas y Frank. Detrás del home, el árbitro Juan Tregent se dispuso a cantar las bolas y los strikes.
Mora dominó sin problemas la primera entrada; pero los problemas surgieron en el justo momento en que el lanzador de Matanzas se dispuso a tirar hacia el home la pelota. El primer lanzamiento fue duro y de inmediato se produjo la reclamación ya que, supuestamente, el jugador debía lanzarla sin mucha velocidad.
El árbitro Tregent inicialmente falló a favor del Habana; sin embargo, Matanzas se negó a reemplazar a su pitcher quien siguió tirando de la misma manera. Entonces se determinó que el lanzador habanero también podía hacer lo mismo.
De acuerdo con el artículo de Fontanils, el Habana logró con esa innovación una gran ventaja, pues la forma de lanzar de su pitcher, Mora, era tan rápida y con tanta ligereza que su catcher apenas permitía al bateador matancero distinguir la pelota. Los habaneros le cayeron encima al lanzador matancero y comenzaron a llover las corridas.
La alineación del Habana aquel histórico día fue la siguiente: Ernesto Guilló jugó el jardín derecho; Beltrán Senares fue la segunda base; Joaquín Lancis defendió el central; Esteban Bellán, receptor y cuarto bate; Enrique Canals, el torpedero; Ricardo Mora, picher y demostró ser un buen bateador; Roberto Lawton, primera base; Emilio Sabourín se ubicó en el jardín izquierdo; mientras Francisco García en tercera cerró la tanda ofensiva.
Las corridas, forma empleada por Fontanils en su artículo para denominar a las carreras anotadas, comenzaron a acumularse en la hoja de anotación de Manuel Pavia. Después de cuatro horas de despiadada ofensiva, el árbitro Tregent declaró el juego terminado a las 5,35 de la tarde porque la oscuridad no permitía ver ya la pelota.
El marcador final fue un abultado 51 corridas de los habaneros contra solo 9 de los matanceros. Individualmente destacó por los visitantes Esteban Bellán, con tres jonrones y siete corridas, también sobresalió Emilio Sabourín, con un cuadrangular y 8 corridas.
Fontanils, bajo el seudónimo de Henry, terminó su artículo con la puerta abierta a un nuevo encuentro entre los mismos equipos un par de meses después, en el campo del Habana.
No se sabe a ciencia cierta si ese partido entre el Habana y Matanzas se efectuó. En 1878 se reunieron los representantes del Habana y el Almendares, en el número 17 de la calle Obrapía, para firmar los documentos que aprobaban la creación de la primera Liga de Béisbol de Cuba. Matanzas no envió a ningún representante, pero se comprometió a aceptar las decisiones de aquel encuentro.
Los juegos de esa temporada inicial del béisbol profesional en Cuba se desarrollaron en el Almendares Park, la sede de los azules de Almendares, ubicado en el Cerro; el terreno del Habana en el Vedado y en el Palmar de Junco matancero. Los tres equipos chocaron tres veces contra sus dos rivales y la suerte le sonrió al club Habana quien ganó invicto la primera campaña.
El 27 de diciembre de 1874 los clubes Habana y Matanzas escribieron la primera página de una gloriosa historia que ya sobrepasa los 140 años. Más que el deporte del país, la pelota para los cubanos es una pasión y ella ha sido decisiva en la conformación de la cultura nacional; ella ha permitido la construcción de sentidos de pertenencia Por ella se sufre y gracias a ella también la vida se llena de momentos alegres.
El Palmar de Junco lamentablemente continúa adormecido en el tiempo y el visitante no se puede explicar cómo se ha perdido una parte imprescindible de la pelota nacional. Ya casi ni se puede leer la tarja en la puerta que indica el valor histórico del lugar. Los habitantes del barrio matancero de Pueblo Nuevo presencian, día a día, la decadencia total del estadio y quizás muchos se preguntan ¿qué hacer? Tal vez otros ni siquiera sepan cuánta historia se ha escrito sobre ese terreno y cuántos miles de fanáticos han presenciado, desde esas gradas con peligro de derrumbe, las hazañas de los más destacados peloteros cubanos de todos los tiempos. El olvido parece el dueño de lugar. Pero el Palmar sigue allí, desafiante, orgulloso de sus años. Desde 1991 es Monumento Nacional y de seguro todavía espera por tiempos mejores. Ni siquiera los peores momentos le han podido quitar la capacidad de soñar.
Publicado en Habana Radio
Estimado amigo. Aunque no nos conocemos quiero agradecerle su interes por rescatar a el Palmar de Junco. Permitame contarle. Mi familia paterna tenia una finca en Matanzas llamada «Narcisa». Dicha finca tenia un palmar que fue desmochado para instalar en ese terreno una feria procedente de Paris. Una vez que se retiro la feria se decidio utilizar ese terreno para jugar pelota y el mismo se conocia como el Palmar del Junco. He leido en su excelente articulo que lo mas curioso era que en esa propiedad no habian palmas, basado en el libro de Wenceslao Galvez » El baseball en Cuba : historia del baseball en Cuba» donde cita que «…..el terreno en realidad era llano y despejado».
Mi nombre es Martin del Junco Godoy, mi padre que aun vive es Martin del Junco Alayon y mi abuelo, a traves del cual conocemos esta historia, fue Martin del Junco Gallardo.
Espero que esto haya sido de su interes.Tengo otras historias que contarle pero sera en otra oportunidad.
Atentamente,
Martin del Junco Godoy.