Por mucho tiempo el ajedrez fue un deporte supuestamente limpio. Mientras el atletismo, la natación, el levantamiento de pesas y el béisbol, entre otros, sufrían graves escándalos por el dopaje, el ajedrez se mantenía alejado de problemas. Sin embargo, esa realidad ha cambiado y hoy el llamado deporte ciencia atraviesa una crisis de credibilidad.
Micrófonos en los oídos de los ajedrecistas, celulares con potentes programas de computación que sugieren la jugada ideal, hasta drogas que mejoran el funcionamiento del cerebro. Todo esto parece sacado de un libro de ciencia ficción del escritor Isaac Asimov; pero lamentablemente son parte ya del mundo del ajedrez.
Algunos no han dudado en señalar a dos posibles culpables: el búlgaro Veselin Topalov y el ruso Vladimir Kramnik. En la historia del ajedrez está guardado, como uno de sus momentos más tristes, el match entre los dos jugadores, realizado en octubre de 2006 en Elista, capital de la república independiente rusa de Kalmikia.
El mundo vio con sorpresa cómo Topalov acusó a Kramnik de fraude electrónico. Nunca antes el ajedrez había atravesado una crisis tan grande de su credibilidad. Es cierto que la separación de Garry Kasparov de la Federación Internacional en 1993 provocó un caos; sin embargo, el escándalo Topalov-Kramnik lo superó por una sencilla razón: este apuntaba directamente a la esencia del juego.
Si se hubiera demostrado que Kramnik utilizaba sus continuas visitas al baño para recibir información proveniente de una computadora, el golpe contra los millones de fanáticos al ajedrez habría sido terrible. Realmente no se probó el engaño; no obstante, quedó la duda y todavía se mantiene. Kramnik acaba de ser derrotado ampliamente por el indio Viswanathan Anand en la discusión del título y su nivel no ha sido el mismo. Tampoco se han repetido sus visitas al baño.
Pero sería injusto culpar en solitario al match por el título entre Topalov y Kramnik. En realidad el tema del fraude electrónico en el ajedrez no tiene un momento fijo de inicio. Quizás comenzó cuando los ajedrecistas comprendieron que los programas informáticos podían derrotar al hombre porque su capacidad de análisis era millones de veces superior a la de ellos.
Ya se han dado varios casos, estos sí comprobados, de personas que han intentado utilizar la ayuda de pequeños ordenadores, escondidos en su cuerpo, para ganar partidas y han sido expulsados de los torneos; aunque algunos escépticos consideran que, mientras más avanza la tecnología, más difícil es detectar a los tramposos, sobre todo si en los eventos hay miles y hasta millones de euros en juego.
Varios comités organizadores de prestigiosos torneos han decidido incluir una mayor vigilancia a través del uso de cámaras de vídeo. A este paso, quizás los ajedrecistas tengan que pasar, en todos los torneos, por un detector de metales. Ya se ha probado en algunos lugares. Ojalá nunca lleguemos a generalizar esa experiencia.
Otro de los problemas que también enfrenta el ajedrez es el supuesto dopaje de jugadores.
¿Dopaje en el ajedrez? Esa pregunta se la hicieron varios jugadores cuando la Federación Internacional decidió implementar los controles antidoping en varias de sus competencias más importantes, como las Olimpiadas Mundiales, por ejemplo.
En realidad la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) está buscando, a toda costa, la inserción del ajedrez como deporte olímpico y uno de los requisitos fundamentales es la realización de las pruebas antidoping, exigidas por el Comité Olímpico Internacional (COI).
Varios especialistas y también jugadores, protestaron por esta medida ya que consideran al ajedrez como un deporte donde la ampliación mediante esteroides de la capacidad física del ser humano no es tan importante; pero quizás las personas que levantaron con fuerza su voz para declarar a la medida como “estúpida y puramente formal” olvidaron que las facultades del cerebro pueden mejorar mediante la administración de sustancias naturales y químicas, conocidas como “drogas inteligentes”.
Hasta el momento no se ha reportado ningún caso positivo; pero se mantienen los controles.
¿Dónde ha quedado la limpieza del juego? Cada vez nos parecen más lejanos aquellos tiempos, llamados románticos por algunos, cuando los ajedrecistas solo dependían de su talento para sobresalir. Esos tiempos son parte de la historia, tal vez de la mejor historia del ajedrez. Ahora vivimos en la era de los celulares, del programa informático Fritz y compañía.
Publicado en Cubasí