El escándalo del dopaje ronda al ciclismo una vez más y en esta ocasión la indignación llegó a un nivel tan alto que algunas voces pidieron como castigo su salida del programa de las citas estivales; pero el Presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Jacques Rogge, salió en defensa de un deporte que continúa suscitando polémicas y en el que ya casi nadie cree.
La causa del más reciente descrédito del ciclismo tiene un nombre: CERA. Esta sustancia, hasta hace poco tiempo desconocida, fue encontrada en la muestras almacenadas durante el Tour de Francia 2008—el evento más publicitado del mundo de las bielas y los pedales—de los italianos Riccardo Ricco, Leonardo Piepoli, el alemán Stefan Schumacher y la última “víctima” resultó el austriaco Bernhard Kohl.
El caso de Kohl tal vez haya sido el que más atención acaparó porque este hombre cumplió una excelente actuación en el evento francés donde finalizó en la tercera posición de la tabla general y, además, lideró a los escaladores. Los organizadores del Tour retiraron los premios ganados por Kohl y ahora el ciclista enfrentará una sanción de dos años, al igual que los otros tramposos.
La Continuous Erythropoietin Receptor Activator (CERA) pertenece a la generación de la tristemente célebre Eritropoyetina (EPO), un compuesto utilizado por varias estrellas de diferentes modalidades y que después de darse a conocer públicamente, acabó con sus carreras. En relación con su predecesora, CERA presenta “ventajas”: el efecto es más duradero y, al mismo tiempo, deja menos rastros.
Con dos inyecciones mensuales que pueden obtenerse en el mercado negro por precios cercanos a los mil euros, es suficiente. De inmediato aumenta la resistencia física del atleta y así es capaz de soportar las largas y continuas etapas de cientos de kilómetros sobre la bicicleta. El riesgo por los posibles efectos a largo plazo de una sustancia diseñada, originalmente, para pacientes con graves insuficiencias renales no parece importar cuando las ganancias monetarias crecen en un breve período.
Las reacciones frente a los casos de dopaje en el Tour fueron diversas y la más elocuente de todas llegó por intermedio de uno de los Vicepresidentes del COI, el alemán Thomas Bach. En una conferencia de prensa Bach afirmó que el ciclismo debería ser sancionado con una pausa olímpica obligada para que escarmentara.
Estas palabras terminaron en los titulares de los medios de comunicación y aunque algunos expresaron su asombro, el tema ya había ocupado un espacio en la agenda mediática luego de la muerte de Marco Pantani, la Operación Puerto y los múltiples escándalos de doping en los principales eventos del mundo del ciclismo, en especial la discusión suscitada por los elevados índices de testosterona encontrados en el norteamericano Floyd Landis en el Tour de Francia 2006.
Al ciclismo no le faltaron defensores y uno de los más vehementes fue el Presidente del COI, el belga Jacques Rogge, quien expresó que esta modalidad no corría peligro. Cuando le preguntaron por las declaraciones de Bach, Rogge fue cortante: “habló a título personal. La posición del Comité Ejecutivo del COI es que nosotros apoyamos a las federaciones y los que se dopan son los atletas».
Una de las frases finales de las declaraciones de Rogge despertó otra polémica. El ejecutivo aclaró que los deportistas eran los culpables, no la Unión Ciclística Internacional, considerada la tercera federación que más controles realiza en el mundo.
La idea del Presidente de descargar la culpa sobre los deportistas no es nueva; sin embargo, no todos la han aprobado. El ciclista venezolano Tomás Gil Martinez considera que las presiones externas que reciben los atletas los conducen al doping.
De acuerdo con Gil Martínez “a los corredores de alto nivel se les exige cada vez mejores marcas. Es la única manera de mantener los contratos publicitarios ¿Cuántos contratos de ropas, carros, tarjetas de créditos, se vendrían abajo, si las condiciones naturales comienzan a fallar?”
Es cierto que no todos los ciclistas optan por consumir sustancias prohibidas; pero sería una ingenuidad negar que las condiciones en que se desenvuelve el ciclismo profesional, en la actualidad, no constituyen factores que influyen a la hora de comprender un fenómeno que ni siquiera los más férreos controles antidoping han podido frenar.
Quizás una de las expresiones que mejor definen la gravedad del problema que afronta el ciclismo la pronunció el director general del Comité Olímpico Alemán (DOSB), Michael Vesper: “esto es deprimente, no me lo explico, es un suicidio”. Parece tener razón Vesper y aunque a muchos les cueste reconocerlo, el ciclismo realmente se está suicidando; sin embargo, los atletas no son los únicos que aprietan el gatillo.
Publicado en el portal Cubasí