Nostalgia por Bobby Salamanca

¡Caña cubana!, devuelve la vieja grabación y la nostalgia me inunda. Pudiera parecer una contradicción el hecho de sentir nostalgia cuando nunca tuve la oportunidad de escucharlo en los momentos en que producía sus excelentes crónicas que también eran las descripciones de los partidos de béisbol. No obstante, me digo a mí mismo que ese es el sentimiento más preciso después de recorrer los 25 minutos contenidos en la cinta magnetofónica.

Su voz y estilo ya habían alcanzado la fama cuando yo apenas era una idea en la mente de mis padres y, para la fecha de su muerte, apenas me iniciaba en la escuela primaria. Pero la voz de Bobby Salamanca, atrapada dentro de la deteriorada cinta, regalo de un amigo tan aficionado a la historia de la pelota como a sus estadísticas, es capaz de lanzarme en un imaginario viaje por el tiempo y casi me permite vivir el instante en que Cuba entera vibraba con el triunfo ante los Estados Unidos en la final del Campeonato mundial de 1969. Creo que nunca he escuchado una narración tan impresionante como aquella. Los 25 minutos fueron suficientes para corroborar lo que tantas otras personas comentaban o había leído en diversos artículos en la prensa sobre Bobby.

Muchos aseguran que Bobby Salamanca ha sido el narrador más completo de todos los tiempos en Cuba; pero no me atrevería a incorporarme a ese grupo. Pienso que carece de sentido establecer comparaciones entre otros grandes como Felo Ramírez, Rubén Rodríguez o Eddy Martin, por citar a tres de los más reconocidos. Cada uno de ellos, con su estilo, dejó una huella en el periodismo deportivo y eso es lo que deberíamos recordar.

Los aportes a la terminología del béisbol de Bobby resisten la dura prueba del tiempo, aunque el olvido ha amenazado no solo a su figura, sino también a jugadores y hechos, en especial los anteriores a 1959. La persistencia de la memoria se pone a prueba cada día para aquellos decididos a no permitir la desaparición del legado de las personas que escribieron la historia del deporte cubano, desde los campos de juego, los micrófonos y las salas de redacción.

Hoy quedan muy pocas grabaciones de los genios de la narración y los más jóvenes solo pueden acercarse a estas figuras mediante las anécdotas y, como sucede por lo general, el que cuenta imagina nuevos detalles, agrega elementos de su experiencia personal. Esto contribuye a aumentar el mito y nos aparta de la persona de carne y hueso.

¡Azúcar abanicando!, sale la voz de Bobby desde la cinta y me convenzo, cada vez más, del enorme poder imaginativo contenido en una persona, capaz de unir dos elementos, al parecer tan distantes, como la producción azucarera y un juego de béisbol. Las frases de Bobby todavía son repetidas y al caer el out 27 del desafío, muchos pronuncian “chirrín chirrán” y el “pez sigue cayendo en el anzuelo” cuando un jugador le hace swing y no conecta el lanzamiento. Los epítetos de Bobby se mantienen como identificadores de grandes estrellas. Así, Víctor Mesa es—y seguirá siendo—la “Explosión Naranja”, Antonio Muñoz el “Gigante del Escambray” y Luis Giraldo Casanova, el “Señor pelotero”. Nadie podrá cambiar esto.

¡Lo tiró por la tonga y Cuba es campeón mundial!, pronuncia Bobby y la emoción transmitida por su voz también me recuerda las anécdotas de mis padres acerca de cómo vivieron aquel juego de 1969 a través de la radio. Sí, definitivamente es nostalgia lo que siento y aunque solo me pueda acercar a Bobby Salamanca mediante una cinta, su talento para transportarme hacia el estadio es suficiente para convertirlo en uno de mis héroes “sin pólvora y sangre”, como una vez escribió Nicolás Guillén.