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Retorno al podio olímpico

Los Juegos de Ciudad México, en 1968, siempre serán recordados por varias marcas sobresalientes logradas en la elevada altura sobre el nivel del mar de la sede. Un salto bastó para ofrecerle la inmortalidad a Bob Beamon y no fue uno cualquiera, pues la marca de 8,90 metros se mantuvo como récord mundial durante 23 años. En México, Cuba presentó una delegación conformada por 138 atletas, de ellos 16 mujeres, en 14 deportes.

En San Luis 1904 nuestro país alcanzó cuatro medallas, todas de oro, en gran medida por el esfuerzo de Ramón Fonst. En 1968 también se alcanzaron cuatro preseas, aunque en esta ocasión resultaron plateadas. Después del triunfo revolucionario de 1959, el deporte recibió una mayor atención por parte del gobierno y los resultados fueron mejorando notablemente en los principales eventos múltiples, como Centroamericanos y Panamericanos.

El boxeo dio las dos primeras medallas en México. Por primera vez Cuba se presentó con un equipo completo, una tradición que se extendió a ocho Olimpiadas consecutivas y solo terminó en Beijing. La primera presea la aportó el 63,5 kilogramos Enrique Regüeiferos quien cayó en el combate final, por cerrada votación de tres a dos, ante el polaco Jerzy Kulej. Luego, Ramón Garbey, de los 71 kilos, alcanzó la otra plateada cuando cedió, sin problemas, frente al soviético Boris Lagutin.

Desde los Juegos de México, el boxeo ha sido el deporte con una mayor contribución de medallas para Cuba. Los tiempos actuales no abren muchas expectativas; pero los 32 títulos olímpicos obtenidos por el “buque insignia”, como también es llamado el equipo nacional de boxeo, representan un aval impresionante.

Los relevos del atletismo brindaron las dos restantes medallas en México. La más brillante generación de corredores de velocidad en Cuba cumplió un excelente papel en suelo azteca. Los hombres del 4×100 metros, liderados por Enrique Figuerola, plata en Tokio cuatro años antes, junto a Pablo Montes, Hermes Ramírez y Juan Morales concluyeron en la segunda plaza. Las mujeres finalizaron en igual posición, encabezadas por Miguelina Cobián. Completaban al cuarteto plateado Marlene Elejalde, Violeta Quesada y Fulgencia Romay.

La Olimpiada de México 1968 fue el ensayo. Munich, la capital económica de la entonces República Federal de Alemania, marcó el real despegue del deporte cubano. Un año antes, en los Panamericanos de Cali, finalmente se había logrado la segunda posición del continente, solo antecedidos por Estados Unidos. En la ciudad alemana se conquistaron ocho medallas en total, las mismas alcanzadas entre 1900 y 1964. Estas preseas mostraron, quizás por primera ocasión, que nuestro país reunía todas las condiciones para convertirse en una potencia. En la cita de 1972 el boxeo volvió a acaparar los titulares, con tres medallas de oro, una de plata y otra de bronce.

En el deporte de los puños, Orlandito Martínez dio la primera dorada desde Ramón Fonst, al vencer en el combate final de los 54 kilogramos al mexicano Alfonso Zamora. Después vinieron los triunfos de Emilio Correa, en los 67 kilos, frente al húngaro Janos Kajdi y por último, el éxito más esperado, el de Teófilo Stevenson, quien venció por abandono al rumano Ion Alexe, en más de 81 kilos. En ninguno de sus cuatro combates, Stevenson permitió que sus rivales llegaran a escuchar el campanazo final. Entre sus victorias, la más espectacular fue en los cuartos de finales cuando enfrentó al norteamericano Duanne Bobick, considerado como “la esperanza blanca”. Bobick había recibido la responsabilidad de mantener el dominio estadounidense en la máxima división, un dominio que inició Classius Clay y continuaron Joe Frazier y George Foreman.

En los Panamericanos de Cali 1971, Bobick venció a Teófilo por tres a dos; pero en Munich, Stevenson no le dio muchas oportunidades a la “esperanza blanca” y en el tercer asalto su mano derecha penetró limpiamente la defensa del norteamericano y lo lanzó a la lona, para un espectacular fuera de combate. Stevenson mereció la Copa Val Baker al mejor boxeador del torneo olímpico y de inmediato los promotores del pugilismo profesional le ofrecieron una alta suma de dólares por desertar. La respuesta del gigante fue conclusiva: “Los únicos millones que me interesan quedaron en Cuba con el cariño de ocho millones de compatriotas. Mi pueblo vale más que toda la plata que ustedes me puedan ofrecer.”El boxeo conquistó otras dos medallas, una de plata de Gilberto Carrillo, en los 81 kilogramos81 kilogramos , quien cayó en la final ante el extraordinario peleador yugoslavo Mate Pavlov y un bronce, a manos del voluntarioso Douglas Rodríguez, en los 51 kilos.Además del boxeo, el atletismo también tuvo medallistas, esta vez todas mujeres. La velocista Silvia Chivás concluyó con el bronce en los

100 metros planos y su aporte fue imprescindible para que la cuarteta de 4×100, integrada por Marlene Elejalde, Fulgencia Romay y Carmen Valdés, marcara 43,36 segundos, suficientes para la tercera plaza. Entre los hombres, Alberto Juantorena no pudo pasar de las semifinales en los 400 metros; pero mostró algunas de las cualidades que lo convertirían en historia cuatro años más tarde.100 metros planos y su aporte fue imprescindible para que la cuarteta de 4×100, integrada por Marlene Elejalde, Fulgencia Romay y Carmen Valdés, marcara 43,36 segundos, suficientes para la tercera plaza. Entre los hombres, Alberto Juantorena no pudo pasar de las semifinales en los 400 metros; pero mostró algunas de las cualidades que lo convertirían en historia cuatro años más tarde.

El baloncesto cubano cumplió en Munich la mejor actuación de todos los tiempos. Los catorce puntos de Pedro Chappé y Ruperto Herrera, además de los diez de Alejandro Urgellés, resultaron decisivos para el triunfo por 66 a 65 contra Italia en el partido por el tercer lugar del torneo. El juego final de esa Olimpiada todavía se recuerda, pues cuando Estados Unidos celebraba el triunfo sobre la Unión Soviética, un tiro lanzado desde el medio de la cancha por Serguey Belov, mientras el tiempo expiraba, atravesó la canasta y dio el título a los soviéticos. Los norteamericanos protestaron hasta el cansancio, sin embargo, la decisión de los árbitros no se alteró. La Unión Soviética recuperó el primer lugar en la tabla general de medallas; mientras Cuba, con sus ocho preseas, finalizó en la decimocuarta posición.

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