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Bobby Fischer en La Habana

El estadounidense Robert “Bobby” Fischer es recordado como uno de los genios más brillantes, rebeldes y a la vez excéntricos en la historia del ajedrez. Sobre él se cuentan miles de anécdotas, que van desde partidas deslumbrantes hasta demandas personales imposibles de cumplir. Entre las historias menos conocidas de Fischer está el enfrentamiento ajedrecístico que sostuvo en 1966, en La Habana, durante la Olimpiada Mundial, contra Fidel Castro.

Las relaciones entre el campeón del mundo y Cuba fueron muy especiales. Comienzan con la admiración de Bobby por Capablanca. En una ocasión un periodista le preguntó a Fischer quiénes eran los mejores jugadores de todos los tiempos. La respuesta fue contundente: Capablanca, Fischer y Fischer.

Bobby visitó  Cuba por primera vez en Marzo de 1956, con el Club de Ajedrez Log Cabin y ofreció una exhibición de simultáneas en un local dedicado al juego ciencia en La Habana. Varios años después decidió aceptar la invitación que le cursara Cuba para tomar parte, en 1965, en la cuarta edición del torneo internacional que homenajeaba al Capa. Al mismo asistirían los mejores jugadores del mundo, entre ellos los soviéticos Smislov, Gueller y el yugoslavo Ivkov. Pero el Departamento de Estado le negó el permiso de viaje a Bobby. Era una práctica habitual  impedir el contacto entre deportistas de los dos países. Parecía que el genial norteamericano se iba a perder uno de los eventos mas fuertes de todos los tiempos; pero…

Puestos de común acuerdo, la Comisión Organizadora anunció que Bobby jugaría el campeonato a través del teletipo. Sería la primera vez en la historia que un hombre jugara todo un torneo desde larga distancia. Antes de iniciarse el evento, Fischer estuvo a punto de retirarse; pero por suerte el incidente quedó solucionado.

El 25 de agosto de 1965 a las 3 de la tarde comenzó la competencia; sin embargo por dificultades tecnológicas la partida más esperada, entre Heinz Lechman de Alemania y Bobby Fischer de Estados Unidos se inició cinco horas mas tardes. El Gran Maestro Lechman hizo su jugada con blancas y esta fue transmitida hasta el Marschall Chess Club de New York donde la recibió Fischer y respondió minutos más tardes. Las negras plantearon una Defensa Siciliana, Variante Najdorf. El encuentro terminó cerca de las 3 de la madrugada del día siguiente y Fischer mereció el triunfo.

Así, noche tras noche, Fischer enfrentó a 21 jugadores. Las partidas duraron entre 5 y 7 horas. El torneo se extendió todo un mes, hasta el 25 de septiembre y Bobby totalizó 15 puntos, producto de 12 éxitos, 6 tablas y 3 derrotas. Concluyó en cuarto lugar por el sistema de desempate.

La victoria más espectacular fue la que obtuvo ante el soviético y ya por ese entonces campeón del mundo, Vassily Smislov. Al final, Cuba pagó por los servicios de teletipos más de 10 mil dólares, una cifra muy elevada para la década de los sesenta. Fischer pudo visitar a La Habana un año después, en 1966, durante la celebración de la XVII Olimpiada Mundial de ajedrez como líder del equipo de Estados Unidos que finalizó en la segunda posición. Bobby fue el ganador de la medalla de oro entre todos los primeros tableros, ganó 14 partidas, entabló dos y solo perdió una.

Durante esta olimpiada Bobby se enfrentó a Fidel Castro en una inusual partida de ajedrez. Según cuenta el maestro mexicano Filiberto Terrazas en un artículo publicado en la revista “Jaque Mate”, La Habana, 1966, todo comenzó cuando Fidel y él jugaban tablero por medio. Minutos más tardes a Fidel se unió Tigrán Petrosián de la Unión Soviética, entonces Terrazas pidió ayuda a Fischer que se encontraba cerca.

Así se estableció un juego entre 4, por un lado Fidel-Petrosián con blancas y por el otro Terrazas-Bobby. Al final las blancas resultaron las vencedoras. Fischer conversó un poco con Fidel y antes de despedirse le obsequió un libro autografiado.

Muchas cosas pasaron en la vida del genial Fischer después de su coronación como campeón del mundo en Reyjavik en 1972. Su muerte en 2008 es una gran pérdida para el mundo del ajedrez, aunque llevara años alejado de los tableros. Solo nos queda especular sobre cuánto más habría aportado el genio norteamericano si su controvertida personalidad no se hubiera interpuesto. Ni su desaparición física o años los años transcurridos han podido borrar de la memoria de los cubanos la figura de Bobby Fischer. Su decisión de pasar por encima de la voluntad del Departamento de Estado y, en franco desafío, tomar parte en uno de los torneos de ajedrez más fuertes desarrollados en Cuba y la brillante actuación en la Olimpiada de La Habana de 1966 le ganó la admiración eterna del pueblo de la Isla.

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